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Sunday, December 17, 2006 

El Diario de Miss Gonzalez XXI

Ayer tuve la genial idea de ir a un concierto de NAPALM Death. La primera sorpresa que me llevé fue el hecho de que en la entrada hubiese una cola de mucho cuidado (hasta había gente pidiendo entradas de reventa, joer, si lo llego a saber se la vendo por el doble de precio). En fin, comenzamos, crítica general... la cosa no estuvo mal, en realidad fue muy divertido – sobre todo como fenómeno sociológico sobre el movimiento descontrolado de masas por inercia colectiva – pero fue divertido hasta que el grupo en sí empezó a tocar.

Entre la gente del público había de todo. Desde las típicas tías guays de “aquí no hay nadie más heavy que yo” hasta los típicos chavalines de doce o trece años, con las camisetas negras, el pelo engominado a lo nuevo punki y hasta había alguno con la cara pintada. Claro, tu ves a estos chavalines flipándolo solos entre tal marabunta de melenudos y de tíos a los que no les hacían falta los pinchos para dar miedo y se te enternecía el corazón. Sobre todo cuando intentaban meterse en el grupo del centro, donde estaban todos bailando, o cuando se ponían detrás de algún tipo grandote que estaba dando cabezazos e intentaban emularlo. Claro, como estaban mirando cómo se tenían que mover, copiando al personal, pues quedaba de lo más ridículo, ya que perdían el ritmo y parecían pingüinos intentando tocarse las puntas de los pies con el pico.

El primer grupo de teloneros fue malísimo. Su música se componía, básicamente, y como es de esperar en tal tipo de eventos folclóricos, de gritos. El problema no era ese, sino que el pobre cantante no sabía gritar, y parecía que se le iban a estallar las venillas del cuello en cada chillido, y encima, el chillido en cuestión no es que quedase ni muy estético, ni muy rítmico ni, por qué no decirlo, muy alto. Una triste copia de Kurt Cobain con toques de Pantera descafeinados.

El segundo grupo fue magnífico. He de admitir que fueron tan buenos que pensamos que eran NAPALM Death. Pero no. En fin. Era una banda de chavales jóvenes cuyas canciones no sólo tenían un ritmo muy bueno sino que encima sabían mover al público (y eso que para mover a un Inglés hay que echarle ánimo...). El cantante se los llevaba a todos de calle y soltaba unos gritos, gruñidos y chillidos muy harmónicos - además, estaba como un tren. En ese momento creí ver la luz y que me iba a empezar a gustar de nuevo el Heavy Metal. Eso sí, en cuanto a lo de la "danza tradicional" el público no seguía las reglas que yo creía conocer – al menos en España. La cuestión es que se supone que te metes en el mogollón y te dedicas a empujar al prójimo, pero no se permite utilizar agresión directa (patadas, puñetazos, cabezazos) sino que se usan los hombros, y se empuja, salta o patalea rítmicamente. Nada, estos ingleses lo hacen todo a su manera. De ritmo nada, no había ni uno saltando a la vez que otro. Claro, es que no saltaban, es que estaban pegándose puñetazos y patadas como dios manda. Una pena, más de uno se daba la vuelta sofocado, con cara de cabreo y se dedicaba a buscar entre la multitud al cabrón que por detrás le había dejado medio KO. Una servidora, obviamente se dedicó a observar el espectáculo desde lugar seguro y relajado, no fuese a ser...

En fin, que terminó el grupo en cuestión y de repente suben al escenario una pandilla de melenudos decrépitos de melenas con las puntas abiertas. Y yo pensando ¿Qué hacen los técnicos de sonido subiendo al escenario y tocando los instrumentos?. No, no era una prueba de sonido, ni mucho menos. En primer plano tenía a un señoriño pequeñito y muy delgado, fragilucho, con una media melena de esas que son rizadas pero porque ha metido los dedos en el enchufe (y digo yo... no conocen los peines de tenedor, que mantienen el rizo sin romper el pelo). Este, el bajo (y no por ser bajo), tenía delante un micrófono una cabeza más grande que él, y se dedicaba al acompañamiento de berridos. La cuestión es que los berridos eran tipo “Maruja, sácame al niño de aquí que se me ha meado en las zapatillas”. De verdad, daba pena, y claro, ponía una cara muy divertida y se desgañitaba, pero no imponía mucho. Sigo. Los guitarras eran también del tipo Heavy Metalero genérico pero ligeramente hidropésicos, sólo de cintura para arriba, y las guitarras parecían pequeñitas pequeñitas ante esa masa de michelines y melenas desvencijadas. Eso sí, tocaban bien la guitarra. Al batería no lo vi, que estaba escondido por unos bafles que tenía delante. Y el cantante, menudo elemento. El hombre le echó mucha intención, y es de aplaudir su actuación, porque nada más subir al escenario aclaró que se acababa de comer una hamburguesa vegetariana que le había sentado de pena. Y sí, era verdad, porque no sólo estaba especialmente pálido sino que también le tuvieron que poner un cubo de la basura con bolsita incluída junto a los bafles para que vomitase. Al final no vomitó, pero lo intentó. El señor era larguirucho, también con melena estándar, y se dedicaba a ir de adelante a atrás del escenario, moviendo la cabeza y un brazo como si tuviese epilepsia y pegando gritos.

Estos sí que hicieron ruido. Fíjate si había ruido que me llamaron al móvil y oyendo una voz masculina berreé “papi, llámame mañana, que ahora estoy en un concierto”. Jo, pues no va y me llega un text de Paulorf, partiéndose de risa, diciéndome que era él el de el teléfono.

En fin, que he sobrevivido, no me sangran los oídos ni tengo ningún tic extraño, pero vaya, que ya tengo la experiencia de un concierto de estas características y no pienso volver. A pesar de que el segundo grupo me pareció genial. Encima, hoy tocaban Low en el mismo sitio, pero yo ya he llegado a mi fin de mes y no puedo andar gastando tanto.

El próximo plan es ir a bailar salsa... cambio
de género radical, vaya. Normalmente los ritmos latinos me hacen sangrar las orejas, y hasta diría que tras la experiencia NAPALM DEATH posiblemente prefiera a mis colegas melenudos... pero puede ser divertido, sobre todo porque la cosa va a ser en el pub de Jazz (planta de abajo jazz, planta de arriba salsa y encima te dan una hamburguesa con la entrada, que cuesta cuatro libras) en el que ya estuve hace algunas semanas. Todo sea por la hamburguesa gratis...

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