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Wednesday, November 15, 2006 

El Diario de Miss Gonzalez XX

Domingo 18 de noviembre de 2001

Querido Andrea... No se qué es de tu vida, ni tú de la mía, pero no iba a seguir el diario sin una página en tu nombre... que para eso llevamos tantos años de amistad (extraña, pero amistad, qué cosas, lo que hacen las distancias).

Esta semana ha sido un poco rarita, uno de los grupos a los que le doy clase no apareció, con lo que me libré de dar una hora bastante inconveniente. De otro grupo vino sólo uno (el miércoles, día en el que los de la uni nos juntamos en el Pub, que típicamente inglés, si es que damos pena), un chaval medio chino medio francés que está de muy buen ver y que encima habla bien... así se le alegra la vida a una... y a última hora del jueves, vino sólo una, al grupo fantasma, agh... Y es que los profes también somos humanos, carajo, si es a última hora, un día medio de vacaciones... alumnos, no os tomeis la molestia de ir a clase, os lo agradeceremos. Así que opción a) vienen todos a clase (lo cual hace que sientas que por lo menos no has perdido el tiempo) opción b) no viene ninguno (sensación acongojante de vacío en el estómago y en la clase, pero qué bien, porque aunque podrías estar haciendo cosas mejores, te puedes tomar un pedazo café a tus anchas), y opción c) viene sólo un alumno, el aplicado de turno (joer, macho, encima tengo que hacer clase particular, que cansa mucho... pero no nos pongamos en lo malo, que la clase suele derivar en una charla amistosa y al final hasta puedes conseguir que el alumno te invite a un café... véase la tendencia rata de esta opción).

Beh, nada interesante, al fin y al cabo he vuelto a la normalidad y la rutina... a pesar de que he hecho alguna que otra tontería digna de mención (aparte de lo de freir un huevo fuera de la sartén en casa de Rosa)...

Primera tontería. Mark, el de conserjería, que es muy majete aunque más raro que un perro verde, nos preguntó si queríamos ir a un concierto con él, y mira, pues sí, me apunté, ni más ni menos que a un concierto de Napalm Death... Claro, dije yo,¡ qué bien, retorno a mi época heavy!... pero no, que ni en mi época heavy escuchaba ese tipo de música. El concierto es el martes, esperemos que la edad de los músicos (que ya van para viejos, caray, y hay que cambiar el estilillo) y el directo suavicen un poquito la música, o ya me veo sorda de un oído para las clases del día siguiente.

Tontería segunda. El viernes fue el cumpleaños de Lena, la chica ucraniana. Como tenía una cena en casa de Katrin estuve sólo una horita (lo suficiente como para llegar a casa de la alemana ligeramente cocida). En casa de Katrin cociné un pedazo de cous-cous que no se yo si fue por influencia del alcohol o no... y nos bajamos una botella de vino con la cena (con lo que se me sube a la cabeza, argh). Nada, típica charla femenina sobre lo infantiles y terribles que son los hombres (me remito a los diversos párrafos tratando sobre el tema en entregas anteriores), y luego a casita. Pero una vez en casita, la fiesta seguía, y ¡qué carajo!, yo estaba invitada. Así que allí me metí... entre los rusos, con Pavel el tarado de la habitación 2 al que le tengo jurada una jihad, con las rusas y sus amigas, y con Adèle, el ruso loco que vino con nosotras a Baja... bueno, y con uno de mis alumnos, al que se le quedó una cara cuando me vio... un tal Levon de Armenia, que a estas alturas ya me habrá perdido el respeto como profesora, pero que debe de pensar que molan mucho las lectoras de español...

La jornada fue memorable. No se lo que bebí, no fue mucho, pero estaba con la cabeza ida, he de reconocerlo. Mami, perdón, tu hija actuó como una alcohólica perdida, tras mucho predicar contra la bebida. Lo de beber y bailar haciendo el ridículo fue lo de menos, lo cantoso era la música. Digamos que era una especie de techno extraño, una mezcla entre Camela y los coros del Ejército Rojo, por supuesto, en ruso, todo en ruso, y yo que no entendía ni papa, y todos cantando, pues nada, Granpatranha, dale al “la, la, la” y canta tu también. Un show... y para más INRI, Pavel poniéndose ligeramente, cómo diría yo... pegajoso. Increíble, wunderbar, ya le vale, digo yo, si debo de ser la persona que más broncas le echa y más verde le pone a la cara. Complejo de Edipo diría yo. Nada, que cuando cuadró el momento le espeté, “Anda, Pasha, suéltame, que soy demasiado grande y VIEJA para ti”... beh, como estaba borracho no se yo si se enteró de nada, pero por un momento pensé que aquello iba a pasar de surrealista a cubista o cualquier otro movimiento extraño, porque es la única forma de describir eso... argh, escupe, Guadalupe, que te has tragado un pelo...


Después de la pedazo de fiesta y del resacón de turno, aliviado por un Almax que alcancé a tomar por la noche (el último, por cierto, así que ya no puedo emborracharme más), el sábado me lo pasé en la biblioteca, haciendo enormes esfuerzos por no quedarme dormida entre los diccionarios... que desazón, que mareo, que garganta más seca... menos mal que ya se me ha pasado, y tanto, así he comido hoy... Fuimos a casa de Katrin, otra vez, sip, y comimos filloas rellenas de crema con champiñones, una delicia, y pasta con Ratatouille, y galletas hechas por la profesora belga (otra que se une al grupo de insultar a los hombres hasta haber inflado nuestro ego femenino hasta límites insospechables), ah, y bolitas de chocolate, cómo no, no podían faltar... pero yo bebí zumito, que conste en acta.

Habíamos invitado a David, el pelirrojo, pero creo que fue muy sabio por su parte no aparecer por casa, ciertamente habría tenido que aguantar un aluvión de indirectas malintencionadas que al fin y al cabo no se merece (porque no le conocemos lo suficiente, no se yo si se las merece en sí o no). Ya aguantará lo suyo, ya, porque nos prometió que iba a cocinar comida mexicana para nosotras algún día, y pensamos recordarle la promesa...

Me he pasado la tarde durmiendo la siesta y ayudando a unas erasmus en apuros con el inglés, y haciendo mis deberes para la clase de pintura: un par de autorretratos en los que he descubierto que es absolutamente “undermining”, léase, desesperanzador y masoquista, mirarse tanto tiempo la cara, realmente, empiezas a ver parecidos con miles de persona de tu familia, a descubrir defectos distintos a los que ya conocías y a desesperarte porque te das cuenta de cómo vas a ser de viejo. Es cierto, ahora sé que ciertamente no voy a ser la persona más atractiva del mundo cuando tenga cuarenta (ja, sabia conclusión, pedazo ladrilla, eso no hacía falta decirlo tras una tanda de retratos, que caray) y que la cara se me ha puesto cuadrada como una tele... Menos mal que en el retrato me he hecho un efecto lifting (es más barato que la cirugía, no puedes decir que no) y revitalizante, he eliminado impurezas y pelillos varios y dentro de lo que cabe, salvo por la cara de tío que tengo en el cuadro, he quedado mona monísima...

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