Saturday, December 29, 2007 

El Diario de Miss Gonzalez XXXII

NO SE HABLA CON EXTRAÑOS Y EL VIRUS CONSUMISTA


Si es que el problema de vivir en pleno centro es que una se encuentra con todo tipo de ofertas hasta cuando va a comprar perejil, lo cual es muy malo para la visa, y eso que es electrón y me dice las verdades a la cara, vamos, aquí apoquino como dios manda, nada de créditos a fin de mes...

He caído en las redes del DVD. Y es que todas las coincidencias me llevan a Lawrence de Arabia. Vamos, que en uno de mis inocentes paseos por Virgin (porque es el atajo para llegar al supermercado) me encontré con el susodicho DVD, del susodicho personaje, en una oferta dos por uno... ¿y cómo decir que no cuando resulta que también tienen Blade Runner?. Ale, y hoy, como buena reincidente, me compré otros dos: Heat y Pi (pi de símbolo matemático, no de título gilipuertas). En fin, menos mal que revisando la lista de DVDs en oferta no me interesaba ningún otro.

Bueno, había el de Tora, Tora, Tora... pero no voy a caerrrrrr... ya me tiemblan los dedos, tendré que tomarme la medicación anti-consumo, unas cuantas pildoritas rojas y seguro que me curo.

Sigo, tuve también la genial idea de meterme en la librería, que es una preciosidad, de aquí al lado – cómo no, también "atajo para el supermercado" – y acabé con dos libros en el bolsillo (sí; Los siete pilares de la sabiduría, del amigo Lawrence, diosss, si es que ya lo tengo hasta en la sopa, y Count Belisarius de Robert Graves, ese mismo, el que me metió a Lawrence por medio en la traducción). Ale, otro clavo a la tarjeta. Y claro, en la tienda de al lado tienen estas bombas para el baño que molan tanto, y encima las tenían en forma de huevo, dentro de un cartón de media docena de huevos.... ale, a la bolsa también.... y por supuesto, en Fenwick tienen pasta fresca, así que, toma, pasta fresca para la niña (como si no tuviese pasta de la otra para parar un tren o para llenar un refugio antinuclear y sobrevivir con ella).


Para más INRI, como estoy de vacaciones y eso significa permitírselo todo (ojito, que sólo me quedan tres días), pues al teatro de cabeza. Eso sí, mereció la pena. Como es un rollo lo de quedar con la gente, fui yo sola, a la matinée, uséase, a eso de las dos, y el teatro, como era de esperar estaba hasta los topes de gente muy viejecita muy viejecita y muy inglesa ella. A mi me tocó entre dos señoras robustas que comían caramelos (siiii, como la petarda del Rosalía en Coruña, que a cada obra se llevaba mentolines de esos que tienen el plastiquito que hace cras cras cras y los sacaba despacito de su bolso – bolso con velcro, obviamente, para que también haga cro, cro, cro – y les quitaba el plastiquito despacito haciendo aún más ruido que si lo sacase de una tacada), bueno, pero éstos eran sugus y no hacían ruido... Lo peor fue el señor que se me sentó detrás. Yo estaba tranquilamente leyendo mi libro a cinco minutos del comienzo de la obra, cuando oigo una voz chillona en mi oreja diciendo “¿crees que me dará tiempo a leerme un capítulo de mi libro a mi también?”. Me doy la vuelta y le digo amablemente “pues por qué no”, y me pregunta que qué libro estoy leyendo, y le digo que el de los Mitos Celtas, y me dice que el suyo es parecido y va y me pone delante de las narices “La interpretación de los evangelios desde el punto de vista de los judíos”. “Pues sí, mire usted, al final todo es lo mismo” le digo, y me da el libro y me dice, “mira, mira, lee donde está marcado que seguro que te interesa” y ya me veis a mi abriendo los evangelios del rabí jacob por la página marcada y teniendo que leerme el papelito que usaba como marcador. Léase: conferencia del reverendo no-se-que en la universidad de aquí al lado, sobre la interpretación de los evangelios en cuestión, tráiganse su comida y el té, porque como los encuentros religiosos en el lugar son cada vez más escasos se ha prescindido del bar y todo tipo de aportación económica voluntaria será bien recibido por el reverendo en cuestión que es una figura clave y no se que más. “Pues sí” le digo dándome la vuelta y devolviéndole el libro “muy interesante”... y con la técnica de si-hago-que-no-me-entero-de-nada-seguro-que-se-cansa (y pasa de mi), me doy la vuelta y me enfrasco en mi libro haciendo como que es interesante... Al instante noto un codazo de la afable señora-armario que estaba a mi lado, y me dice riéndose por lo bajito para que el de atrás no se entere... “Por algo se dice que no se debe hablar con extraños, ji, ji, ji”....

Así que ahí queda la moraleja.

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